Pero si me desquitaré un poquito, La Biblioteca Pública Provincial cierra por las tardes a partir del 16 de junio hasta mediados de septiembre.Consecuencia de este plan de austeridad, el Club de Lectura no tiene donde reunirse los miércoles. Aparte de acabar con puestos de trabajo y quebrantar esa relación que algunos usuarios teníamos con la Biblio por las tardes (dicho sea de paso, ¡con lo que ha costado mantener esa relación!). Como siempre los primeros recortes a los más humildes (será porque no protestamos vociferando en el "sálvame"). Pero siempre suele pasar, cuesta más trabajo hacer o promover becas culturales que subvencionar balas del calibre "47". Cultura, Educación, Medio Ambiente... Cenicientas que cuesta mucho trabajo llevarlas a la gran fiesta, pero que una vez allí son las primeras en mandarlas a barrer y fregar a las más mínima. Cuando en España estos tres estamentos sean sinónimos de votos, creo, estoy seguro que otro gallo cantaría, seríamos mejores personas.
Aquí os dejo el último texto que hice en Lapislázuli, en abril propusimos la palabra "NÁUFRAGOS" bonita y recurrente palabra, espero que os guste.
NAUFRAGUEANDO... wiwi
Manolo vive entre las 06:50 del despertador de su mesita, y las 23:30 del reloj del DVD de su salón.
Las premisas son claras, cristalinas: rutina, rutina y rutina. Incluso lo tiene apuntado en un pos-it en el espejo del baño: “Manolo, no te salgas de la rutina”.
La única excepción la hace un miércoles al mes. Ese día por la tarde, se reúne en la biblioteca con un grupo de devoradores de literatura y revuelcan sus seseras en torno a algún texto de esos truculentos y duros de leer. Eso se merece cuarenta y cinco minutos en su minuciosa agenda diaria, si, solo tres cuartos de hora al día, ese es el tiempo justo que tiene Manolo para ordenar metáforas y vericuetos literarios.
Conchi ya llega tarde, como ayer y, como antes de ayer. Reordena su falda mientras baja a saltos por las escaleras de su cuarto piso sin ascensor. En la parada del bus se da cuenta que los calcetines son diferentes, menos mal que hoy lleva la falda larga y los botines, descruza las piernas y ya ha solucionado el problema.
Un miércoles al mes Conchi se mira al espejo y tarda al menos ocho minutos en acicalarse, esa tarde en la biblioteca su vestuario es más homogéneo y las medias negras de rejillas decoran con elegancia sus finas piernas. Se sienta a una mesa con la espalda bien recta y escribe poesía junto a un puñado de adictos a las palabras. Y sueña y suspira con los ojos abiertos mientras juega con un mechón de su melena.
Manolo y Conchi se han dicho hola y adiós al menos veinte veces en aquel templo de las letras, pero sus ojos aún no se han mirado. Él, desvía su vista hacia arriba y juega a ser duro, muy duro. Ella, mira abajo, y le da risa su vergüenza, y vuelve a jugar con su mechón de pelo.
Manolo tiene un horario pegado en la puerta del frigorífico con todas las tareas que tiene que hacer al día, desde la ducha diaria de las 07:05, hasta la cena de las 21:30. Da igual que sea lunes o domingo. Una franja en rojo cruza todo el organigrama entre las ocho y cuarto y las nueve de la noche, ahí es cuando Manolo lee sus cosas de la biblioteca.
Tres americanas azul marino y dos beige, con los nombres de los días de la semana en las perchas. En otro apartado del armario está la ropa “sport”, prendas que compró hace al menos dos años para un fin de semana que pasó con sus sobrinos en la sierra. Hasta las toallas están alineadas con las líneas rectas de los azulejos del cuarto de baño. De toda la simetría de su espacio de ochenta y siete metros cuadrados, solamente se destaca la franja roja del horario y una cruz de verde fluorescente en el almanaque que marca un miércoles al mes. Y de vez en cuando se le escapa un lamento, ve la cruz verde y se acuerda de Conchi, suspira a escondidas en su propio salón, está harto de ser duro. Pero no conoce otra forma.
Conchi abre el segundo tubo de pasta de dientes en tres días, juraría que el lunes empezó uno. Odia coger el autobús y hecha de menos su coche. Ya se ha aprendido bien la lección, el surtidor negro es el de la gasolina diésel y su coche usa el del surtidor verde. Debajo de un montón de ropa encuentra un zapato, sabía que estaba allí, tiene controlado su caos de cincuenta y seis metros cuadrados, siempre encuentra algo que creía perdido bajo restos de ropa junto a algún espejo, y se alegra, y sonríe. Conchi casi siempre está sonriendo. Su salón es grande y abierto, rompió una pared y lo juntó con la cocina. Abierto, grande y con montones de ropa por todos los lados, parece Zara a las siete de la tarde de un sábado. Pero tiene un rincón especial. Un escritorio, pequeño y ordenado, un halógeno bien situado en lo alto del portátil, una acogedora butaca con un mullido cojín. Si, ahí es donde Conchi escribe poesía, y sueña, y suspira, y se acuerda de Manolo, y casi siempre escribe sobre el amor.
Pepa León presentará su tercer libro de poemas el jueves que viene en la biblioteca y, es una gran amiga de Conchi. Aunque la presentación sea en jueves, Manolo está encantado con ir, le gustó mucho sus dos libros anteriores, incluso se pondrá su mejor corbata azulada e intentará hablar con ella, como lo hizo en las otras ocasiones.
En la tercera fila de la sala de conferencias de la biblioteca, el azar a juntado los hombros de Manolo y Conchi. Él mira hacia delante sin pestañear, duro, pero con las pulsaciones a mil por hora. Ella, gira la vista hacia la punta de sus zapatos, recuerda la vergüenza que siente, y sonríe. La piel de su brazo se eriza y un escalofrío le recorre la espalda. Esto tiene que ser el amor, piensa Conchi mientras junta aún más su hombro con el de Manolo. En la tercera fila están los dos solos, pero se han juntado tanto que parecen siameses pegados por los brazos. Pepa León mientras da la charla contempla a la pareja. A ella la conoce perfectamente, y de él, se acuerda que era un solteron plasta con la raya del pantalón de pinzas más vertical que jamás halla visto. Le sorprende el destello de los ojos de su amiga, se extraña y se alegra. Entonces aprovecha, comienza ha hablar sobre la soledad, sobre las personas que deambulan naufragas por esta vida, y habla del amor y enfatiza en la importancia de amar y sobre todo, de ser amado. Acusa a estos egoístas que creen que su verdad es la única, que su vida es la perfecta y no se atreven a reconocer que en el fondo están solos, se ha acostumbrado a vivir en ese estado y se ha acomodado. "¡Cobardes!", repite varias veces alzando la voz.
Las palabras de Pepa León despertaron el interés de Manolo y Conchi, al unísono, separaron sus hombros, se distanciaron mil metros sin moverse de los asientos. Por fin se miraron a los ojos, más bien de arriba a bajo, incluso con miedo, y ya, hasta con desprecio. Conchi ya no sonríe. La poetisa de un manotazo en la mesa da por perdida su artimaña celestinesca.
Manolo cuelga la chaqueta en la percha del jueves y tarda al menos once minutos en limpiarse los dientes. Son casi las doce y media, esta noche, se ha retrasado.
Conchi deja las llaves del piso en una caja de cartón llena de, de...de dios sabe qué. Cuando coloca el libro dedicado de su amiga en la estantería en la pared del escritorio, ve un tubo de pasta de dientes en la mesa donde escribe, otra vez le ha vuelto la sonrisa.
Desde la presentación del libro de Pepa, Conchi y Manolo ya no se saludan.....
"el llanete"- (Jaén)
0:24 del 6-4-11
A estás horas el sol me da en los ojos y ni abro el balcón....
Un revuelto de abrazos con jamón..... ¡¡ Ah, el domingo o el sábado, nueva entrega del "LLANETE!!
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