domingo, 26 de junio de 2011

CAPITULO - 4




Dormía profundo, un hilo de saliva le goteaba tímida pero cansinamente por la comisura de sus labios hasta el cojín. Cómo ese sueño, pocos, cómo esa noche en aquél sofá, pocas.
Tan repentino y agradable le pilló el sueño, que no le dio tiempo ni a subir hasta la habitación. Ni se movía, sólo un ronquido crónico y devastador rompía la soledad muda de la estancia.
Prefería aquél sofá quinceañero con el molde de su silueta incrustada entre aquellos cojines rancios, a la cama de achuras matrimoniales que un día compró si saber por qué.
La melodía del móvil sonó al menos en tres ocasiones antes de que el Llanete se enterará.

            — ¡ Tío ! ayúdame.

Le contestó con una voz gutural nacida desde lo más hondo del estomago...                  — ¡Eeeeeeho! —  y siguió con su cara incrustada en el cojín.

            — Si mañana te llama mi mujer, le dices que he pasado la noche contigo.

El Llanete no se movió un ápice, cerró la conversación esta vez con una cacofonía afirmativa algo más aguda que antes... — ¡ Iiiihiihi ! —

Colgó mecánicamente el aparato, aún con los ojos cerrados giró su cabeza hacia el fondo del sofá, las dos horas de babas se las llevó en las mejillas sin inmutarse.
Los días del Llanete comienzan casi al alba y se despertó del tresillo con la cara pegadiza y la boca pastosa. Andaba por el pasillo medio sonámbulo gesticulando y manoseándose la cara en busca de algo extraño. Otra vez el teléfono sonó, lo oyó indiferente, una, dos, tres, hasta cinco veces cantó la banda sonora del móvil. La insistencia de las llamadas y la hora temprana que era, le removió un poco la preocupación. A través de un ojo semi abierto vislumbró el nombre de Raquel en la pantallita azul del teléfono.

            — ¿ Iiiiihiihii ?
            — ¿ Oye y Paco, está contigo?

Tardó al menos doce segundos en reaccionar y responder. Paco, el nombre de Paco le sugería algo. Paco, por qué le venía ese nombre a la cabeza. En esos doce segundos de silencio el Llanete hiló un especie de sueño con una llamada de teléfono. Si, en sólo doce segundo nuestro superhéroe fue capaz de reaccionar.

            — ¡ Eheehee !... Paco se acaba de ir, sí..... ya no está.

Raquel colgó sin decir nada, le dejó un pitido repetitivo e insoportable en el oído, nuestro amigo ya con el ojo casi abierto miraba extrañado aquel aparato del demonio.
Un café bastante negro y amargo le abrió el otro ojo y salió a la calle sin darle la mayor importancia a aquellas llamadas de teléfono. Salió cómo cada mañana, a la guerra, a su guerra, a combatir el mal que él sólo percibía.
En esas estaba, camuflado, detrás de otro café largo a media mañana en aquella tasca sin nombre. Los campos de batalla por los que actuaba el Llanete eran los típicos bares del extrarradio, tascas y garitos entre las sombras de las callejuelas y locales de dudosa reputación. El grueso del día los pasaba por estos tugurios, pero el sabía perfectamente que donde más acción, donde más injusticias había que combatir eran, en los restaurantes de muchos tenedores, en los portales de las comunidades de alto copete, en las tiendas de barrio, esas familiares en las que todos se conoces y en las que todo se calla, en los grandes hipermercados, en los parques infantiles, estos siempre los tiene marcados con una equis en grande y en rojo en su mapa de guerra.
Miraba a través del café... y su mundo casi siempre era negro. El Llanete movía aquél liquido cansinamente con la cucharilla, disimulando mientras escuchaba la conversión de dos obreros despotricando sobre los emigrantes, no iba a actuar, pues sabía que aquello no iría lejos, la típica conversación de barra de dos membrillos que no tenía dos dedos de luces.... el pan nuestro de cada día. Pero lo que si le estaba retorciendo las entrañas era la mujer que al final del mostrador, en el rincón en sombra, se estaba dejando el sueldo o el de su marido en la maquina tragaperras.
La estampa era la típica, mujer de mediana edad, con un carrito del mercado a su derecha, el monedero debajo de la axila, apretado, protegiéndolo, cómo si se lo fueran a robar (cuando no le faltaba a nadie que le robara, ella sola  ya lo hacía muy bien).
Contemplaba el último billete que salía de aquella cremallera, lo miraba y rebuscaba en el interior del monedero por si había alguno más, lo tocaba, miraba a un lado, miraba al otro, se pasaba la mano por los ojos, por la cara.... y lo introducía en la maquina.
El Llanete café en mano se movió hasta colocarse justo detrás de esta señora. Cómo buen soldado se mimetizó con el hábitat, cogió un periódico y comenzó a leerlo por encima. No dijo nada, pasó página tras página hasta que en el local no quedó nadie. Los membrillos se fueron con la misma cantinela, la única que conocían, son especialistas en echarles la culpa de todo a los demás, desgraciadamente el Llanete se cruzaba a diario con muchos ejemplares como estos, el camarero colocaba unas mercancías en las neveras, el Llanete se quedó solo, espalda con espalda con la mujer de la maquina.
El nerviosismo y la incertidumbre eran los causantes de la danza que mantenía esta señora, se movía de un lado a otro como ida, nerviosa, poseída. A la partida ya le quedaban pocas manos aquel billete ya se moría, el contador de la maquina restaba los juegos como si fueran los segundos en una bomba a punto de estallar.
El recurso que el Llanete iba a ejercer con esta mujer no le gustaba. Lo había hecho muy pocas veces, pues es muy arriesgado y se puede descubrir el pastel, ya que su don lo tenía que hacer a plena luz del día y con posibles ojos que lo descubrirían, pero no tenia otra elección.
En un gesto rápido nuestro superhéroe se colocó a la espalda de la mujer, le tapó los ojos y le susurró al oído.
A la mujer le apareció en sus ojos tapados la película de su vida. Fueron pequeños y cortos fotogramas sobre pasajes de su familia y de su vida, no sabía si correspondían al futuro, al presente, o al pasado, pero lo que estaba claro es que era muy real.
El primero que vio fue, a su marido sentado en una banqueta en la cocina, llorando en un silencio atronador para que no lo oyeran sus hijos y abrazado a un vaso de vino.
Otra imagen correspondía a su hijo pequeño preguntándole a su hermano mayor, por mamá, por papá, y por la comida, y su hijo mayor no sabía que contestarle.
Y en otro fotograma ella se introducía el pene de un viejo en la boca, en las escaleras del edificio que había por debajo de donde ella vivía, y el viejo sacó veinte euros arrugados del bolsillo y los introdujo en el sujetador y quedó con ella para el día siguiente.
Luego aparecía imágenes más rápidas, peleas, broncas con su marido, con sus hijos, puertas de tiendas cerradas en las narices, hermanos que no le cogían el teléfono. Y la última de esas imágenes fue la más precisa, ella de pie en la barandilla de la azotea con el abismo a sus pies, y nadie de su familia y nadie de sus amigos que estaban a su espalda, la intentaban parar.
Todo esto duró un par de segundos, el Llanete destapó los ojos de aquella señora y se giró de nuevo al periódico como si no hubiera pasado nada. La mujer agarró el carrito de la compra y si pestañear, dejando la maquina jugando sola, salió del bar sin decir nada y sin mirar a nadie.
El camarero entró medio silbando, se extrañó de lo desierto que se quedó el bar, sólo uno al final de la barra leyendo el diario y moviendo el café con una cucharilla.

            — ¿Qué te debo? — preguntó el Llanete sin levantar la vista del periódico.
            — Uno veinte — respondió el muchacho de detrás de la barra.
            —Aquí tienes, y lo que sobre para el bote.

Ya se marchaba nuestro amigo por la puerta del bar cuando de la maquina salió una música de feria y unos destellos intermitentes. Las especiales extraordinarias, aquél aparato infernal empezó a vomitar monedas de euro sin descanso.

            — Oiga, jefe ¿y la mujer que estaba aquí, donde está? preguntó el joven barman.
            — De qué  mujer me hablas yo no he visto a nadie.

El Llanete marchó calle arriba, en lo alto había una pescadería bastante buena, donde tenía un mostrador repleto de falta de ética, de falta de moralidad y de falta de respeto, aunque  con unos boquerones excelentes.
Ya en su casa, de nuevo sobre el sofá con su ADN, otra vez el maldito móvil sonando. En la pantallita azul el nombre de Paco "EL PESAO".

            — Este me llamó anoche, y su mujer, me llamó esta mañana ¿qué querrán? —


Este Llanete, ya me dejado otra vez con la miel en los labios, y se va, y no me cuenta nada más, que quiere dormir dice, que anoche no durmió bien.

Bueno amigos a ver si saludáis, que sé que os asomáis a este balcón, que os veo. Por lo menos unas "buenas noches", o unos "buenos días".

Esta calima a empañado las estrellas, los grados de más le han quitado la gracia a los rosales y a los geranios, pero esto es lo que tiene el tiempo, que ahora es de noche y hace calor, pero mañana viene y sale el sol y sale el frío. Cosas del tiempo, que hace tiempo que no se para.

Un saludo y buenas noches...................



jueves, 16 de junio de 2011

¡EXTRA,EXTRA!












Pienso que todos estos, antes de una emisión, o en la portada de sus diarios, debieran de mostrar aquellos rombos negros que hace años nos alertaban de alguna nalga o algún cacho de teta. O advertir en letras grandes y en negrita que en el interior de su publicación o la siguiente imagen, pueden herir la sensibilidad del receptor.

Los "MEDIOS" no tienen conciencia ni respeto. No valoran el poder que tienen (¿o sí?, ¿o sí saben bien lo que están promulgando?). Da miedo abrir un periódico, el título del articulo acongoja, que el contenido sea pobre, mal narrado e incluso con faltas ortográficas, da igual, su afán es echar carnaza.
Hay que ser licenciado en economía, en derecho, saber de todos los acrónimos que aparecen, tenerlo claro o rojo o azul, o blanco o negro. Tenemos que dominar la geografía, la historia, la meteorología, tener mano izquierda para resolver  o dilucidar algún sin sentido que aparece casi a diario.  Enfrascarnos en el papel de ultra, si ultra de lo que sea, pero ultra (de algún deporte, de algún santo o virgen, o romería, de algún hobby) hay que demostrar a los que nos rodean que sabemos más que ninguno de algo. De todo esto y de más elementos hay que saber, o al menos aparentar que se sepa.
Los "medios" nos acribillan constantemente con el mal, lo malo vende y nos han creado un estado de alerta y excitación constante. Cierto es que "la crisis, los políticos corruptos, el maltrato de genero, la devastación medioambiental, el paro, la miseria humana", todo esto es el pan nuestro de cada día y lo peor es que no se ve una solución. Por supuesto que de su  parte no va ha ser, viven muy bien detrás de la barrera dando pases de pecho de salón, y además lo tienen claro, no tienen por qué, ellos son simples contadores o narradores de hechos. Pero se están aprovechando de esta vorágine, están tirando la piedra y escondiendo la mano.

Ayer tuve que usar mi mano izquierda para explicarle a mi hijo de seis años porque a un hombre lo habían matado de un par de tiros (el atracador del banco) a las tres de la tarde y por la televisión... (sin palabras). Hoy he tenido que excusar a un noticiario (no sé de qué cadena, ni me importa) , mi hija de ocho años con pavor, y alguna que otra lagrima en sus ojazos azules no se explicaba porque a una mujer le estaban tirando piedras, a otra le cortaba las manos y a otra le faltaba media cara. En ambos casos no me dio tiempo a cambiar de cadena, simplemente comíamos y yo traía la jarra del agua, simplemente.
Hace tiempo nuestras sobremesas eran de pobres niños africanos, delgados como el filo de un papel, con su ojos apagándose por momentos, con la boca llena de moscas, y con un buitre y la muerte al lado suya. Eso hace mil años ya, ahora vivimos ejecuciones en directo, insultos, maltratos, gritos, ladrones, corruptos, violadores y, aquellos pobres niños negritos.... ya no venden portadas, ni titulares.

Me estoy quitando, poco a poco, como cuando hice con el tabaco (cuesta), pero lo conseguiré, quiero bajarme de este tren de maldad, por momentos parece que tuviera la culpa de todo lo que está pasando, o que estuviera obligado a solucionarlo. Ya está bien....


Anoche vi como la luna se avergonzaba y le salían los colores, desde mi balcón tengo buena vista. No es primera linea de playa, pero es segunda, y se oye el mar.

Buenas noches......

martes, 14 de junio de 2011

CAPITULO - 3





...... María lloraba desconsolada y cabreada, los ojos y las mejillas prendían de rabia. El Llanete le tocó el hombro y le dijo:    No puedes tener todo lo que quieres, ese amor no te corresponde.

María ha vivido bajo el reino del consentimiento, la envidia y la exigencia. Mamá le dio todo menos valores y, papá le compró todo, aún hipotecándose de por vida. Hija única (gracias a Dios), y con la sangre hecha veneno. En María todos sus quebrantos, todos anhelos, todas sus envidias y rencores formaron y forman parte de su concepción de la vida. El ADN de "la pequeña emperadora" a mutado al odio y la posesión.
María lo qué quiere, lo tiene, cueste lo qué cueste.

Aquella noche María lloraba desconsolada y frustrada, por primera vez le habían  dicho que no. El Llanete a modo de explicación le dijo que no podía ser, ella sin levantar la vista del alquitrán le escupió en los pies. Nuestro amigo la conocía perfectamente y siguió su camino.
Ya en la cocina de su casa, el Llanete se movía como un lobo, de un lado a otro, incesante, con la mirada al vacío, presentía que aquella joven tramaba algo.
Hizo de tripas corazón, desterró del olvido su traje y se lo enfundó, conocía a María y sabía de sus intenciones y de lo que era capaz de hacer. De madrugada se presentó en el alféizar de su ventana y cómo siempre, los sueños de aquella muchacha eran pesadillas. Desde pequeña, aquellas envidias, aquellos caprichos, aquellas angustias venían todas las noches en forma de pesadillas, para el llanete siempre fue un caso especial pues no podía apaciguar sus sueños, es más la pequeña encontraba alivio en aquellos rencores y odios que la despertaba de sobresalto en la madrugada empapada en un sudor frío. María creyó que si conseguía todo aquello que quería, apaciguaría el sueño, pero siempre que conseguía algo otra nueva pesadilla le afloraba esa noche. El Llanete tuvo que rendirse una madrugada, cuando en plena lucha de sueños, el rostro de aquella joven relucía esplendorosa, orgásmica. Nuestro héroe dio un paso atrás hasta la noche que se la encontró en aquél escalón.
De nuevo buceó por la duermevela de María, y otra vez la figura del profesor del instituto rondaba aquella pesadilla. María en ese mal sueño se veía penar a causa de aquel profesor, el amor que ella sentía no era correspondido por este, y la joven se hundía más y más en su desazón, pero al despertar, la realidad era muy distinta, ella era la que desde jovencita atosigaba y presionaba al maestro. Lo buscaba, lo incitaba, hasta lo acusó falsamente de abuso sexual cuando él la ignoró por completo.
María quería aquel profesor, y no por amor, o por amistad, simplemente porque él fue el único que le dijo que no.
En su pesadilla maquinó echar a pique el matrimonio del profesor (qué se habrá creído este enclenque asqueroso, qué puede hacer lo qué quiera,   seguro que      "una faena"   en los servicios del pub donde él solía ir con su esposa, será suficiente para destruir a este desgraciado).

El domingo por la tarde Raúl y Celia fueron a tomar una copa y ver el partido al pub como casi todos los domingos. Celia esa tarde estaba algo inquieta, con una sonrisita pegada en los labios, nerviosa, mirando en todos los rincones del garito, sobre todo en los oscuro, estaba avisada.
En el descanso del partido Raúl hizo un gesto con la cabeza a modo de despedida y se encaminó hacia los servicios, tres puertas y bombilla rota desde hace dos años son las barreras antes de llegar al urinario.
Celia se disponía a seguir a su marido, Celia se disponía a confirmar lo que aquella llamada de teléfono de hace unos días la dejó helada. La espalda de Raúl desapareció de su vista, giró los tacones rumbo a los pasos de su marido. De repente alguien tiró del brazo, la paró en seco, y su amiga le empezó a hablar de una boda. La pobre Celia ni tan siquiera oía lo que decía su amiga, solo recordaba los llantos y el desgarro que a través del teléfono aquella mujer le contaba sobre la humillación que le hacía pasar Raúl, y le advertía sobre aquella tarde y lo que su marido le iba a obligar hacer  en aquellos servicios.
Celia se zafó de su amiga y de tres largos pasos, y de tres patadas a las puertas, entró violentamente en aquella letrina oscura y maloliente con una linterna en la mano como le advirtió la mujer del teléfono.

    — ¡ Raúl, cómo te atreves! — dijo apuntándole a la cara con una circunferencia de luz proveniente de la linterna.

El Llanete no dijo nada, sólo se le dibujó una mueca feliz en su sonrisa, a María, debajo del ombligo de nuestro superhéroe no le llegaban las palabras (tampoco podía hablar en ese momento). Raúl, al revuelo, entró en el servicio y tiró de su mujer hacia la puerta buscando una explicación. Sólo dijo extrañado al ver la postal,  — ¡Ey vecino, ya te vale, cómo te lo montas! —  y salió con su esposa mientras estas casi llorando le contaba que una loca le había llamado por teléfono el otro día diciendo que.....

Por la noche, bajo la misma farola, María ya no lloraba, pero miraba fija el alquitrán de la carretera. Esta vez el Llanete dobló las rodillas y sus ojos los puso a la misma altura que los de su vecina, le agarró por los hombros y obligó a que María le mirase a la cara.

    — Ves, cómo no puedes conseguir todo lo que quieres....

Y se alejó y cuando oyó el llanto normal de una joven, cuando oyó el llanto de corazón por la estupidez que había cometido, cuando el llanto que se oía por la calle a esas horas, era el de la rendición, al llanete se le dibujó otra mueca de felicidad en los labios, diferente a la que tuvo aquella tarde en los servicios del pub, pero una sonrisa...

Sobre las cuatro de la madrugada el sonido estridente del móvil le despertó de su sueño.

    — ¡ Tío ! ayúdame...

pero eso, eso será en otro momento.....

La noche se echa sobre la calle, hoy las flores de mi balcón estaban con la boca abierta, seguro que un poco de agua les calmará la garganta.

un saludo y buenas noches.................. 


































martes, 7 de junio de 2011

UN TRANVÍA LLAMADO DESEO

Este año se cumple el 60 aniversario de una conjunción aleatoria, de una alineación de sentimientos, de como un puchero alimentado con diferentes condimentos germina en un manjar de sensaciones, este año se cumple el 60 aniversario de una obra de arte.





En el 1951 Elia Kazan (director) se sumerge en el texto de Tennessee Willians. El director fue capaz de plasmar en el celuloide una obra teatral muy intima.
Digo bien lo de que se unieron una serie de conjunciones, estrellas nacientes empezaron a relucir en esta película. Se crearon pautas, se quitaron velos tupidos y se inició un punto de vista novedoso. Estas apuestas valientes fueron los cimientos del cine que hoy conocemos.
Marlon Brando, Vivien Leigh, Karl Malden, jóvenes entonces, maestros hoy.
Destacaré el elenco de esta obra, ¡qué menos!, sin ellos esta película no hubiese entrado en el reino de los clásicos.
De Marlon Brando se ha escrito  infinidad de elogios, yo desde mi humildad aportaré que es sin duda uno de los actores con más registros que halla visto en la pantalla. Su presencia ya inunda la escena de fuerza, de pasión, algunas de su películas están en la estantería de mi videoteca: ¡Viva Zapata!; Julio Cesar; On the Waterfront; El Último Tango en París; El Padrino; Apocalypse Now; The Escore (su último film en 2001) entre otras muchas.
Vivien Leigh llegó de puntillas, se escondió entre las tablas del teatro que era lo que amaba y fuera de pronostico, fue la que puso el grito en el cielo " A Dios pongo por testigo...." sorprendió a propios y extraños, Lo que el viento se llevó no hubiese sido nada sin ella. Su repentina muerte nos privó de su magia.
Karl Malden, con su nariz de boxeador fue un actor de reparto de lujo, yo lo recuerdo gratamente como "el manitas" junto Steven Mcqueen en El Mejor (menuda película también).
Del director Elia Kazan diré tres títulos solamente: On the Waterfront; Al este del edén; Esplendor en la hierba. Sobran la palabras.
La literatura yanqui, de vez en cuando, te sorprende. Tennessee Willians vomitó desde su alma textos cómo La rosa tatuada, La gata sobre el tejado de cinc caliente, De repente, el último verano, Dulce pájaro de juventud o La noche de la iguana, entre otros. Y con su pluma, o su Olivetti enriqueció aún más a la literatura.


Feliz aniversario TRANVIA LLAMADO DESEO, pero en este año de tú 60 cumpleaños, aquí, en mi ciudad, también hemos parido un tranvía que no sabemos si cumplirá su primer año.




                                        Un resfriado electoral casi lo llevó a las cocheras.
Pero el que lo dejó  encima de un foso, fue el o los gerentes de la empresa "Monopolio de Transportes de Jaén".

A los herederos de Castillo, no les vale con la herencia, no, no les vale con el pago garantizado de compensación económica, no. Tampoco miran hacia atrás en el calendario, no, no son capaces de comprobar los años que llevan con la exclusividad del transporte público de esta ciudad. No, ni miran hacia atrás, ni tampoco hacia delante y, en vez de aportar, en vez de subirse al tren de la sostenibilidad, el progreso o la modernización dejan en las cocheras al tranvía.
Sin ningún pudor, excusándose en cantos de sirenas sin fundamentos, escudándose o la servidumbre de un billete de veinte euros,  llevan a los juzgados a unos ciudadanos que tan solo subían y bajaban de un autobús sin neumáticos. Al final, o, el final de esto es, cómo todo lo que está pasando últimamente en este país, el dinero, el maldito dinero que hace que seamos cada vez más feos y menos humanos y en vez de evolucionar a mejores personas, involucionamos hacia los carroñeros que se roban unos a otros a las más minima.

Sí, a mi me gusta el tranvía. Me da igual el color, la religión, el partido político que lo ha traído, las calle por las que circula (yo vivo en un pueblo), yo soy de la idea, la más transgresora que ha tenido  Jaén en toda su historia. No sé si funcionará, si será rentable, si el ciudadano lo usará, no lo sé, no soy adivino, pero habrá que andar antes que caminar, si estamos parados al final nos caeremos.

Mañana o pasado se moverá sobre los raíles con sacos de arenas en su interior, bochornoso, nos estamos acercando a un aeropuerto sin aviones. Sres. Castillo, sean mejores, sean los primeros, abran sus mentes, lleven el tranvía hasta los bomberos, hasta la cruz del castillo de Santa Catalina, sean ustedes los que están para Jaén y salgan de la usura y de las faldas de aquellos que correrán a o por otros Castillo en las primeras de cambios. Sean ustedes los primeros.

Tengo Un Deseo y se llama Tranvía y ojalá cumpla años.

Los nubarrones se alejan, los rayos se apagan poco a poco y los truenos han perdido su voz. Esta noche hace más fresco.... y empieza a llover otra vez.


Buenas noches vecinos...

domingo, 5 de junio de 2011

CAPITULO - 2



CAPITULO 2


El Llanete camina solitario. Deambula despacio entre las sombras de las calles, con las manos en los bolsillos y la vista en la acera, contado mierdas de perro y chicles negros pegados en el suelo desde hacía meses.
El eco del callejón le trae insultos e improperios, un ir y venir de voces y gritos que envuelve a la calleja sombría en un arrabal turbio a las diez de la mañana.
Todavía no ha sacado las manos de los bolsillos, pero los ojos los ha fijado en un corro de hombres que ansiosos y persistentes acaban con sus cigarrillos en tres o cuatro caladas, veloces, cómo si el cigarro les quemara en los dedos. Las voces se hacen más sonoras y más rotundas, de un vistazo se da cuenta que del interior del bar un hombre solo es el causante de esta bulla.
La resignación y la conformidad triste habitan en los ojos y los gestos de los hombres del bar. En el centro de la barra un personaje en chándal, con una melena negruzca atada en una coleta y una riñonera pasada de moda, habla a viva voz, gesticula como un poseso, él solo, mirando a todas partes,  en ese momento de su garganta se olle   — "esa es una puta y yo me lo hubiese cargado también" — , al momento el llanete se paró en seco, alzó su vista y la clavó en la nuca, o más bien en la coleta grasienta  del tío del chándal, sacó las manos de los bolsillos y con un gesto al camarero le señaló la botella de coñac. Caminaba  hacia el fondo de la barra cuando se percató que el periódico se desparramaba abierto de par en par por el mostrador , y un titular le taladró la retina.   

            DIARIO JAEN
      PROVINCIA

       " Un alcaudetense es detenido por la muerte del      amante de su mujer "


El llanete al final de la barra se escondía tras la copa de coñac, la movía en círculos, contemplaba al personaje en su trajín, y se encolerizaba cada vez más a cada palabra que oía del tío de la coleta.

— Hija de puta, y encima con el jefe de su marido, será zorra. Yo la mato, a esa y a su puta madre. No te digo, lo que hay que aguantar, encima que te pone los cuernos, lo hace con un amigo, la muy puta. Muertas, todas las mujeres tenían que estar muertas. Y el tío, qué le den por culo, bien frito lo ha dejado. Yo le clavo treinta "puñulás", por cabrón ....

En el bar nadie lo mira, asienten como robots apabullados a las afirmaciones que el del chándal hace sobre el artículo del diario. No quieren líos, lo conocen bien y saben que este tipo está frito por quemar el mundo, esperan a que se harte de oír su voz y que se largue a otro bar con la cantinela de todos los días.
El llanete soltó la copa de un golpe, el cristal sobre la barra metálica sonó hasta en la entrada. De dos pasos se situó frente a los ojos del tipejo y sin pestañear le dijo.

— Imagina que esa mujer es tú madre, no, mejor aún, imagina que es tú hija, y lleva años aguantando las palizas y vejaciones de su marido. Además, vive en un pueblo que todo el mundo se conoce y que todo se tapa. El mejor amigo del marido, condicionado por la amistad desde jóvenes, tiene que aguantar a semejante parasito durante toda su vida, y encima que tiene que consentir su falta de responsabilidad , sus borracheras a cualquier hora, se tiene que tragar las burlas y atropellos que tiene con su mujer y, sobre todo, tiene que sonreírle cuando se jacta de su hombría por los maltratos que le difiere a su esposa, y no puede hacer nada por una maldita amistad que ya no existe. Este, harto de ver cómo el canalla de su "amigo" trata a su mujer, intenta protegerla. Al mínimo anhelo, al más mínimo sentimiento de ternura, al mínimo abrazo que el amigo  tiene con la mujer, fulgurante, despierta el amor entre ellos. Y cuando por fin esta mujer, que puede ser tú hija, o tú madre, conoce las bondades del amor, llega su exmarido, al que un juez le dispuso una orden de alejamiento y, cómo si fuera una rata, por la espalda, cómo el cobarde más ruin de la tierra, le raja el pulmón al que fuera su amigo. En su bajeza también apuñala a su exmujer. En el hospital, en la UCI solo se oía el susurro de esta mujer pidiendo que la matarán, que ya no quería vivir, que a ella también le han rajado el corazón....

El de la coleta se echó hacia atrás, pero el llanete reaccionó rápido, le pisó un pié, le agarró los testículos y los retorció, de nuevo se encaró al bravucón.

— No te vayas, si todavía no he terminado. ¿Tú sabes lo que le contestó al juez cuando le preguntó por qué cometió semejante acto?. Le dijo que lo único que había hecho en su vida era putear a su mujer, qué no sabía hacer otra cosa en el mundo.
Esa noche se cortó los huevos y se ahorcó en la celda.
Quiero qué lo entiendas, nunca es tarde para empezar a respetar a los demás. Un hombre bueno a muerto cruelmente y, una mujer que puede ser tú madre, o tú hija, se apaga poco a poco en cama del hospital, pero ten presente que la bondad y el amor, por la noche y a oscuras, le cortaron los huevos y ahorcaron a ese canalla.

Iba a entrar en cólera el del chándal, pero se vio rodeado de muchos hombres del bar. En sus miradas ya no había resignación.
Primero salió algo apresurado el de la coletilla grasienta, el llanete pagó su copa de coñac que no se bebió y otra vez encaminó la calle abajo, con las manos en los bolsillos, la mirada en la punta de sus zapatos, y una mueca en su sonrisa.

Ya anochecía cuando giró la esquina de su calle. Bajo una farola, en el escalón de la acera, se encontraba María, la hija mayor del vecino de dos casas más abajo de la suya.
María lloraba desconsolada y cabreada, los ojos y las mejillas prendían de rabia. El llanete le tocó el hombro y le dijo:    No puedes tener todo lo que quieres, ese amor no te corresponde.

Pero eso, eso será otra historia.......

Una tormenta se cierne sobre mi balcón, la noche es mágica con sus rayos y sus truenos, pero las goteras me tienen frito.

Un saludo vecinos.............

jueves, 2 de junio de 2011

JUEVES, CULTURA. Hoy, Literatura..

El otro día escribí sobre el nuevo diccionario histórico español, no haré más sangre.

Pero si me desquitaré un poquito, La Biblioteca Pública Provincial cierra por las tardes a partir del 16 de junio hasta mediados de septiembre.Consecuencia de este plan de austeridad, el Club de Lectura no tiene donde reunirse los miércoles. Aparte de acabar con puestos de trabajo y quebrantar esa relación que algunos usuarios teníamos con la Biblio por las tardes (dicho sea de paso, ¡con lo que ha costado mantener esa relación!). Como siempre los primeros recortes a los más humildes (será porque no protestamos vociferando en el "sálvame"). Pero siempre suele pasar, cuesta más trabajo hacer o promover becas culturales que subvencionar balas del calibre "47". Cultura, Educación, Medio Ambiente... Cenicientas que cuesta mucho trabajo llevarlas a la gran fiesta, pero que una vez allí son las primeras en mandarlas a barrer y fregar a las más mínima. Cuando en España estos tres estamentos sean sinónimos de votos, creo, estoy seguro que otro gallo cantaría, seríamos mejores personas.

Aquí os dejo el último texto que hice en Lapislázuli, en abril propusimos la palabra "NÁUFRAGOS" bonita y recurrente palabra, espero que os guste.    




                    NAUFRAGUEANDO...                                                                     wiwi

            Manolo vive entre las 06:50 del despertador de su mesita, y las 23:30 del reloj del DVD de su salón.
Las premisas son claras, cristalinas: rutina, rutina y rutina. Incluso lo tiene apuntado en un pos-it en el espejo del baño: “Manolo, no te salgas de la rutina”.
La única excepción la hace un miércoles al mes. Ese día por la tarde, se reúne en la biblioteca con un grupo de devoradores de literatura y revuelcan sus seseras en torno a algún texto de esos truculentos y duros de leer. Eso se merece cuarenta y cinco minutos en su minuciosa agenda diaria, si, solo tres cuartos de hora al día, ese es el tiempo justo que tiene Manolo para ordenar metáforas y vericuetos literarios.

            Conchi ya llega tarde, como ayer y, como antes de ayer. Reordena su falda mientras baja a saltos por las escaleras de su cuarto piso sin ascensor. En la parada del bus se da cuenta que los calcetines son diferentes, menos mal que hoy lleva la falda larga y los botines, descruza las piernas y ya ha solucionado el problema.
Un miércoles al mes Conchi se  mira al espejo y tarda al menos ocho minutos en acicalarse, esa tarde en la biblioteca su vestuario es más homogéneo y las medias negras de rejillas  decoran con elegancia sus finas piernas. Se sienta a una mesa con la espalda bien recta y escribe poesía junto a un puñado de adictos a las palabras. Y sueña y suspira con los ojos abiertos mientras juega con un mechón de su melena.

            Manolo y Conchi se han dicho hola y adiós al menos veinte veces en aquel templo de las letras, pero sus ojos aún no se han mirado. Él, desvía su vista hacia arriba y juega a ser duro, muy duro. Ella, mira abajo, y le da risa su vergüenza, y vuelve a jugar con su mechón de pelo.

            Manolo tiene un horario pegado en la puerta del frigorífico con todas las tareas que tiene que hacer al día, desde la ducha diaria de las 07:05, hasta la cena de las 21:30. Da igual que sea lunes o domingo. Una franja en rojo cruza todo el organigrama entre las ocho y cuarto y las nueve de la noche, ahí es cuando Manolo lee sus cosas de la biblioteca.
Tres americanas azul marino y dos beige, con los nombres de los días de la semana en las perchas. En otro apartado del armario está la ropa “sport”, prendas que compró hace al menos dos años para un fin de semana que pasó con sus sobrinos en la sierra. Hasta las toallas están alineadas con las líneas rectas de los azulejos del cuarto de baño. De toda la simetría de su espacio de ochenta y siete metros cuadrados, solamente se destaca la franja roja del horario y una cruz de verde fluorescente en el almanaque que marca un miércoles al mes. Y de vez en cuando se le escapa un lamento, ve la cruz verde y se acuerda de Conchi, suspira a escondidas en su propio salón, está harto de ser duro. Pero no conoce otra forma.

            Conchi abre el segundo tubo de pasta de dientes en tres días, juraría que el lunes empezó uno. Odia coger el autobús y hecha de menos su coche. Ya se ha aprendido bien la lección, el surtidor negro es el de la gasolina diésel y su coche usa el del surtidor verde. Debajo de un montón de ropa encuentra un zapato, sabía que estaba allí, tiene controlado su caos de cincuenta y seis metros cuadrados, siempre encuentra algo que creía perdido bajo restos de ropa junto a algún espejo, y se alegra, y sonríe. Conchi casi siempre está sonriendo. Su salón es grande y abierto, rompió una pared y lo juntó con la cocina. Abierto, grande y con montones de ropa por todos los lados, parece Zara a las siete de la tarde de un sábado. Pero tiene un rincón especial. Un escritorio, pequeño y ordenado, un halógeno bien situado en lo alto del portátil, una acogedora butaca con un mullido cojín. Si, ahí es donde Conchi escribe poesía, y sueña, y suspira, y se acuerda de Manolo, y casi siempre escribe sobre el amor.

            Pepa León presentará su tercer libro de poemas el jueves que viene en la biblioteca y, es una gran amiga de Conchi. Aunque la presentación sea en jueves, Manolo está encantado con ir, le gustó mucho sus dos libros anteriores, incluso se pondrá su mejor corbata azulada e intentará hablar con ella, como lo hizo en las otras ocasiones.

            En la tercera fila de la sala de conferencias de la biblioteca, el azar a juntado los hombros de Manolo y Conchi. Él mira hacia delante sin pestañear, duro, pero con las pulsaciones a mil por hora. Ella, gira la vista hacia la punta de sus zapatos, recuerda la vergüenza que siente, y sonríe. La piel de su brazo se eriza y un escalofrío le recorre la espalda. Esto tiene que ser el amor, piensa Conchi mientras junta aún más su hombro con el de Manolo.  En la tercera fila están los dos solos, pero se han juntado tanto que parecen siameses pegados por los brazos. Pepa León mientras da la charla contempla a la pareja. A ella la conoce perfectamente, y de él, se acuerda que era un solteron plasta con la raya del pantalón de pinzas más vertical que jamás halla visto. Le sorprende el destello de los ojos de su amiga, se extraña y se alegra. Entonces aprovecha, comienza ha hablar sobre la soledad, sobre las personas que deambulan naufragas por esta vida, y habla del amor y enfatiza en la importancia de amar y sobre todo, de ser amado. Acusa a estos egoístas que creen que su verdad es la única, que su vida es la perfecta y no se atreven a reconocer que en el fondo están solos, se ha acostumbrado a vivir en ese estado y se ha acomodado. "¡Cobardes!", repite varias veces alzando la voz.
Las palabras de Pepa León despertaron el interés de Manolo y Conchi, al unísono, separaron sus hombros, se distanciaron mil metros sin moverse de los asientos. Por fin se miraron a los ojos, más bien de arriba a bajo, incluso con miedo, y ya, hasta con desprecio. Conchi ya no sonríe. La poetisa de un manotazo en la mesa da por perdida su artimaña celestinesca.

            Manolo cuelga la chaqueta en la percha del jueves y tarda al menos once minutos en limpiarse los dientes. Son casi las doce y media, esta noche, se ha retrasado.
Conchi deja las llaves del piso en una caja de cartón llena de, de...de dios sabe qué. Cuando coloca el libro dedicado de su amiga en la estantería en la pared del escritorio, ve un tubo de pasta de dientes en la mesa donde escribe, otra vez le ha vuelto la sonrisa.

            Desde la presentación del libro de Pepa, Conchi y Manolo ya no se saludan.....


                                                                                                          "el llanete"- (Jaén)
                                                                                                                0:24 del 6-4-11



A estás horas el sol me da en los ojos y ni abro el balcón....

Un revuelto de abrazos con jamón.....       ¡¡ Ah, el domingo o el sábado, nueva entrega del "LLANETE!!