Mi relato corto lleva ya más de 50
páginas, y el híper-breve va por el tercer volumen.
En mi novela de amor había, dos niños
rubios, un jardín con valla, ella morena, él rubio con los ojos
azules y hasta el director del banco hacía un reverencia cada vez que
se cruzaba con los señores Marquez Romero.
Esa novela acabó en los juzgados. El
juez sentenció: Un niño con la mujer morena, y el otro, con el
hombre rubio. La casa, que tantas páginas me costó construir,
repleta de amor, de sexo, de pan tierno por las mañanas, de emoción
por el dormitorio del primer niño, por la alegría de la ansiada
litera para el segundo. Esa casa. Esa casa se malvendió por un
precio ridículo a un usurero.
-”Sin solución”- dijo el abuelo
de los niños.
Esa novela de amor duerme bajo siete
llaves en el último cajón de mi escritorio y que no vea la luz
nunca.
Mi texto bélico, donde después de una
encarnizada guerra entre hermanos y primos. En la que los tanques y
las bombas salpicaban casi todas mis páginas impares. Que este texto
estaba estudiado y definido hasta el más mínimo detalle. Donde el
final de cada capitulo no tenía nada que ver con el principio del
siguiente. Consejos y técnicas de la carrera de escritor que durante
treinta años estudié. Ese texto de guerra duró cuarenta años,
cuarenta años de dictadura. El texto era de color gris ceniza, con
las tapas negras, y con un final cada vez más trágico y oscuro.
A ese texto le prendí fuego, creo que
hoy aún arde en el rincón de mi estudio.
Agarré dos enamorados y los rellené
de almíbar, cenas románticas, guindas de pastel, futuros bajo el
arco iris. Los adorné de pétalos de rosas, de olor a jazmín, de
lunas radiantes, de amaneceres abrazados, de anocheceres enroscados.
Él, creo que ya es por fin funcionario
de prisiones. Esta crisis lo encerró en un dormitorio durante cuatro
años enfrascado en unas oposiciones imposibles. De ella os puedo
contar: que cuatro años son muchos años esperando tras la puerta a
que llegue un examen. Que es cajera de un súpermercado, y se
enamoró perdidamente del reponedor de lácteos, del jefe del
departamento de electrodomésticos pequeños. Y cuando ya creía que
iba ha pasar por el altar con el espectacular y formal encargado del
turno de mañana, Susana, la cajera de la caja número 3, su más
intima amiga. Le confesó entre lágrimas que tuvo una relación con
el encargado del turno de mañana a sus espaldas.
Vomité y lloré durante tres días
después de estas páginas. Creo que este folletín romántico está
guardado dentro de una subcarpeta de una subcarpeta con el titulo
“Nichos de Palabras”.
Hace unos días, cómo si un rayo que
taladrara mi cabeza, comencé a escribir poseído por mil
escritores/as.
Imaginé una ficción, una trama turbia
que moverían los cimientos de una civilización. Imaginé como la
avaricia de unos pocos, pudieron con la bondad de un pueblo entero.
Tejí una trama de corruptelas, sobornos, engaños. Creé personajes
encorbatados, con maletines y bolsas de basura repletas de dinero.
Este dinero se movía en los maleteros de coches oficiales, ocultos
tras unas facturas de compras de obras de arte de mentira. ¡Menuda
trama!, páginas y páginas escritas sin tan siquiera respirar.
Monarquías corruptas. Ayuntamientos de pueblachos como excusas para
alimentar egos de personajes sin escrúpulos, dispuestos a dinamitar
a sus conciudadanos por la droga del dinero. Amaños millonarios con
fondos públicos en la mesa de un bar cutre y grasiento. Palacetes,
yates, aeropuertos sin aviones, museos que no guardan nada. Todo
estaba envenenado, todo olía a avaricia y sed de poder, a
alcantarilla. Fui capaz de crear corazones sin sangre, podridos,
corazones envidiados por el mismo demonio. Escribía y escribía sin
parar. Cien, mil, dos mil páginas seguidas, ya tendría tiempo de
desbrozar, de quitar, de cambiar. Ahora era tiempo de desparramar
ideas. Jueces comprados, jueces vendidos, altos cargos políticos que
se dejaban untar por una miseria, que se ocultaban en las sombras
para cambiarse cromos de ideales políticos, que se resguardaban tras
los sentimientos del pueblo para engordar sus atiborradas cuentas
bancarias.
¡Qué historia, qué nudo! Con qué
sutileza hilvanaba las tramas, las corruptelas, los personajes.
La justicia no existía, el malo era
bien visto, el bueno estaba repudiado. Creé la antítesis de una
sociedad utópica en dos minutos y en dos mil páginas. Todo valía,
todo servía. Pero tenía que ir buscando un final. Tenía que hallar
el desenlace de esta trama de este nudo corredizo que no paraba de
crear.
Me levanté de mi silla coja de tres
patas, y respiré.
A mi memoria, Tolkie y su“Mordor”.
¿Cómo pararía él ese mundo?, o Lewis Carroll y su madriguera de
conejos. Escritores/as que fueron capaces de crear mundos diferentes,
mundos opuestos a este, escritores que como yo, fueron capaces de
crear unas realidades envidiadas, ficcionadas. Pero debía de parar
ya, como buen escritor, debía de ponerle fin a esta gran obra de
ogros vestidos de vecinos. ¡Qué existo, seguro!.
Salí de casa después de varios días
escribiendo, paseaba sin saber por donde andaba, miraba a través de
ojos inyectados en palabras, respiraba con dificultad por la emoción,
por fin escribí el libro que me alzaría, me encumbraría en lo
altares de la literatura, por fin creé ese mundo que cada escritor/a
quiere sacar de sus entrañas.
En un gesto automático, mecánico,
compré el periódico del día.
Mi gran obra yace ahora en el suelo de la
cocina. Desparramada, tragando agua sucia de los platos apilados que
tiré de rabia tras leer la portada de ese diario.
Ya de madrugada volví a mi silla coja
de tres patas. Abatido y resignado decidí escribir una poesía de
amor.
Me arranqué el corazón, y lo puse en
lo alto del escritorio, en aquella mesa, entre el taco de papel y la
pantalla del ordenador.
“DEJÓ DE LATIR”...
el difícil arte de escribir....la realidad supera con creces la ficción.
Qué tal vecinas y vecinos. Un tirón
de orejas para todos los que minusvaloramos aquello que leemos y otro
tirón de orejas para aquellos que minusvaloramos al sentarnos y
escribir.
Respeto por la literatura, es un oficio
duro que se convierte en ARTE.
Besos y abrazos....os los repartís a
discreción, hay para todas y todos...
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