Vino escondido en la noche. En un susurro y con la voz quebrada me pidió un café largo y bien espeso. No le pregunte nada, no hizo falta, a través de sus ojos vi el horror. Mientras preparaba el café se echó a llorar como un niño pequeño, su llanto de tristeza me taladró los oídos, no pude mirarle a la cara, mis ojos se perdían en la llama que alimentaba la cafetera en el fuego, nunca antes lo vi tan roto, tan triste, un escalofrío caminó por mi espalda al verlo llorar de esa manera. Lo dejé allí, a solas, con su lucha interior, retorciendo el antifaz con sus manos y mirando como sus lágrimas desaparecían en el suelo de la terraza.
Estaba dejando el tazón de café sobre la mesa cuando empezó a contármelo todo, el cuerpo vencido hacia delante y con las manos ocultaba sus ojos, unas lágrimas suicidas se escapaban de entre sus dedos y saltaban al suelo....
El Llanete se despertó de repente, temblando, con un sudor frío y la cara desencajada, esa pesadilla la conocía perfectamente. Decidido salió en tropel en busca de un tejado en particular, en busca de una ventana a la que fue en muchas ocasiones. De nuevo el Llanete estaba en la ventana de Carlos. Llevaba casi siete años visitándola y llevaba casi siete años sufriendo por el pequeño que dormía en aquel dormitorio con vistas al infierno.
Las pesadillas del pequeño Carlos eran claras: papá aprovechaba la oscuridad y sin hacer ruido se metía en su cama y le susurraba al oído, y no precisamente cuentos de aventuras o nanas.
Las pesadillas del aquél jovencito callado y desangelado, nuestro amigo, las conocía perfectamente, y sufría, y se enojaba cada vez que acudía a aquella injusticia y no podía hacer nada por solucionar aquel horror.
Buscaba en las pesadillas del pequeño algún reclamo de auxilio, de ayuda. Su don solo actuaba cuando el dueño de la pesadilla buscaba la forma de ponerle fin a aquel mal sueño. Acudía ansioso cada noche esperanzado con que el niño desde lo más profundo de su ensueño, clamara socorro o amparo, pero aquél niño siempre afrontó aquello como parte de la naturaleza de la vida. El único acercamiento que el Llanete tuvo con Carlos fue una tarde mientras se cruzaron por la calle, rápido y conciso le advirtió al niño que lo que estaba haciendo su papá con él, estaba mal, que eso no lo hacía ningún padre con sus hijos.
El niño lo miró y dudó por un instante, aquellas palabras que aquél desconocido le dijo tenían sentido, aquellas visitas de madrugada qué papá hacía a su cama, le daban miedo.
Carlos fue creciendo lentamente, suportando la locura de su padre noche tras noche, pasó desde los cuatro años a los catorce en un caminar solitario, con las manos en los bolsillos mirando a ninguna parte y los ojos cada vez más cerrados, casi desaparecidos de su cara.
El día de su primera comunión papá le advirtió que había dejado de ser un niño, que ya empezaba a ser un hombre, por lo tanto debería ser él el que a partir de ahora tocara a papá.
Nuestro superhéroe a cada pesadilla del pequeño, sufría más y más, pero su maldito don era débil, su fuerza era inútil mientras que Carlos no quisiera salir de aquella pesadilla.
Hace poco, una noche de frío tormentosa el Llanete salió rápidamente hacía la ventana del joven Carlos. La pesadilla del muchacho discurría por el asesinato de su padre. El Llanete vio claramente como el chico arrojaba desnudo a su padre por un pozo. Carlos no se despertó esta vez sobresaltado como ocurría en otras ocasiones. Y el Llanete, por primera vez se sintió aliviado de que chico continuara con su pesadilla....
Aquella noche en mi terraza el Llanete Solitario lloraba de frustración. Después de contarme la vida del pobre Carlos, mientras retorcía su antifaz desesperadamente, me enseñó un trozo de periódico con un articulo remarcado en rojo.
…. EXTRAÑO SUCESO
En la tarde-noche de ayer se hallaron en extrañas circunstancias los cuerpos de un padre y su hijo. Estos yacían desnudos sobre la acera. Las primeras conclusiones indican a el suicidio de ambos. Los dos junto a la madre-esposa vivían en el quinto piso del mismo bloque donde fueron hallados los cadáveres. La madre tuvo que se atendida en estado de shock. El juez a declarado secreto de sumario....
Sólo le dije: - Y ahora qué. Tú no tuviste la culpa de nada, en ningún momento pudiste ayudarlo, no puedes culparte de nada -
El Llanete se tomó de un sorbo su café y antes de marcharse caminando por la tejas de mi tejado como el que camina por la arena de la playa, me dijo: - Seguro que la madre permitía esto -
Llegó a su casa, vencido se echó en el sofá, sonó el teléfono, pero no tenía ganas de hablar con nadie. Saltó el contestador y una voz acusatoria se oía por aquel aparatejo: - Tío no te dije que aquella noche estuvimos juntos, eres un capullo, tengo a mi mujer súper mosqueada -
El Llanete miró las lucecitas del contestador y le dijo sin pestañear: - Tú si que eres un capullo, gilipollas -
Esta vez no se pudo hacer justicia, esta vez la vida caminó sola, como lo hace siempre.
Un saludo desde un balcón, a estas horas, en soledad..........................
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