jueves, 5 de junio de 2014

RAICES

Qué tal vecinos.
Hace unos días se cumplieron dos años de un proyecto para mi, de los más importantes de mi vida.

En el 2011 los componentes de la Asociación literaria LAPISLÁLULI a la que pertenezco, emprendimos este proyecto para el Museo Provincial de Jaén.
Ese año, el 2011, se conmemoraba el 40 aniversario del Museo de Jaén en el edificio donde lo conocemos hoy en día en el Paseo de la Estación.

Conocimos a Paqui Hornos, directora del Museo Provincial, enamorada de la Historia y el Arte y sobretodo de lo que se resguarda entre aquellos muros y que ella promociona cómo nadie, excelente profesional y gran amiga desde entonces.

Tras varias ideas decidimos hacer lo que más nos gustaba a todos y todas. Escribir cuentos.
Los componentes de la asociación nos pasamos casi un año allí metidos. Cada quince días nos reuníamos en el museo y usamos la vida del museo como disparador creativo. Obras de arte, arquitectura, historia, vestigios, trabajadores, rincones, visitantes...todo valía, todo era un aprender para luego volcarlo sobre el cuento.
A finales de mayo del 2012 desde la Asociación LAPISLÁZULI literaria publicamos:

CUENTOS EN EL MUSEO


En este pequeño libro, en esta pequeña joya, yo participé con dos cuentos.
El que os presento hoy está inspirado en un cuadro de un autor valenciano: Antonio Fillol Granel (1870-1930). Se titula LA REBELDE. Este oleo se enclava en el estilo o contexto cultural del Modernismo o Art Nouveau. Refleja una escena de la vida diaria de un campamento gitano. La esencia del cuadro es este momento dramático que se palpita en el mismo, dejando así abierta a la imaginación del receptor el antes y el después de la escena.


He de ser sincero al decir que este cuento tiene truco, pues el cuadro en cuestión es el preferido de una persona muy especial para mi que trabaja en el museo desde hace ya muchos años y casi me contó el relato de la historia ella.

Mi versión de este cuento la titulé  RAICES, y espero que os guste, como me gustó a mí desarrollarla.


 
 
 
 

 
                                              RAÍCES                                                               wiwi....   
                       .
El honor y tradición,
a veces martillean el alma
y lo hacen con un mazo pasado y frío, ahí,
justo en pecho, donde asfixia.......

Esclavos de sus raíces, fieles a una cultura, obcecados en una forma de vida ancestral. Son capaces de vagar por el barro y el cieno, y asimilan las inclemencias del cielo a pecho descubierto. Ni se tiñen, ni se tapan, ni aceptan, ni pretenden. Son nómadas, pero con un sentimiento propio anclado en el corazón.
Nunca buscaron el beneplácito de los demás, tan solo el trueque o el jornal por sus expertas manos. Viven y vienen con las estaciones del año, el árbol no se despoja de su primera hoja hasta que no oye el tintineo de las carretas cuando llegan al pueblo a la cosecha, ya es otoño.
Les aburren los constantes reproches de los demás, siempre la misma cantinela. Ellos no cambian sus camastros fríos y duros por una vida en la ciudad. Las ciudades están encorsetadas, llenas de normas estúpidas e inútiles que no tienen sentido. Nunca cambiarían el calor artificial de unos braseros que huele mal, por el calor natural de una lumbre al abrigo de unos castaños.
 
Yo soy patriarca y con mi vara de mando dispongo cual es la mejor sombra o el mejor cobijo para los míos, y los míos son lo más importante en mi vida, más allá de mi propia vida….
 
Ese invierno se instaló en la siguiente primavera, el campamento permaneció parado más de la cuenta. Ya no quedaba leña que quemar ni perdiz o conejo que comer. Ella caminaba todas las tardes hasta el pueblo, envuelta en su tela de paño.
La mirada al cielo y el andar liviano, de puntillas, como una bailarina. Su piel se bañó en el color de la miel de encina, morena, dorada. El sol se enamoró de sus ojos negros y el viento se moría por sus pestañas infinitas. Sus caderas eran el balanceo del mar y de sus pies descalzos brotaba la más bella melodía. De melena negra, azabache, como la noche más oscura y limpia del mes de enero. Y al final de sus labios, la ternura, la virginidad de un nuevo amanecer.
 
Existen muchos venenos en el mundo y muchas formas de padecer, pero la más cruel y devastadora es, un mal amor.
Desgraciadamente el amor es caprichoso y cuando actúa, no entiende ni de reglas ni de normas humanas.
 
Él, rubio como el sol de las dos de tarde, de piel blanca, casi transparente, de mirada sincera y alegre. A la cuarta tarde que salió a la plaza a esperarla, a ensoñarse con la melodía de sus andares, se decidió a acercarse y presentarse a la muchacha de los pies desnudos.
Ella, que ya en la primera mirada del muchacho su corazón cambió el giro de sus latidos, con un solo beso en la mejilla le bastó para enamorarse de aquellos ojos azules.
Él se llamaba Lorenzo y ella, Celeste. Y el amor, esta vez, salió con los ojos cerrados, sin miramientos ni explicaciones.

Al cabo de tres semanas cuando ya la primavera moría y el barro de los pies ya estaba seco, el patriarca decidió que ya era hora de levantar el campamento. Pidió su vara de mando para reafirmar la orden, su hija Celeste como cada mañana la posó en sus manos.
Dolió tanto aquella orden que la joven de ojos negros se arrodilló en el suelo de dolor. Su corazón se rompía a pedazos.
Las madres lo saben todo, aunque no hablen ni pregunten, sus ojos son sabios. A la madre de Celeste aquel gesto de la joven hundiendo la cabeza entre las piernas y acallando sus lágrimas, le confirmó el desastre que intuía.
En una sombra, protegidas de miradas ajenas y de oídos fisgones e inventivos, allí, sentenció a su hija. La obligó a jurar por su vida, incluso la obligó a jurar por sus muertos. Debía de olvidarse del muchacho del pueblo, en aquél instante tenía que finalizar su amor. Pero Celeste no pudo jurar, no quiso jurar.
Dicen que la causa de que la luna se ilumine unas noches más que otras es, por el llanto de la nostalgia y sobre todo, por las lágrimas de la envidia.
 
Aquella noche, Celeste, miró con rabia el resplandor que había en el campo, anduvo furtiva por las sombras de los olivos hasta el pueblo, y caminó por primera vez con sandalias, para no hacer ruido. Esa noche la luna fue testigo de la unión de amor más puro. Esta, celosa y envidiosa de aquella joven gitana se iluminó aún más para delatar aquel amor y aquella unión. Esa noche la luna lloró amargamente por algo que nunca podría tener.

A la mañana siguiente, aquellas malditas sandalias, a solas y en voz baja, le contaron a la madre lo sucedido la noche anterior en aquel campo de plata.
Decepcionada, resignada, avergonzada, se lo contó a su marido, el padre de la niña, el patriarca.
 
La joven de los ojos negros camina sola. El amor fue el culpable de su destierro. Repudiada y expulsada de su familia por culpa de una cultura y una tradición.

Camina sola, su mano en el pecho aliviando su asfixia, pero descalza, para hacer ruido, para que la oigan…

Juana todos los días desde que entró a trabajar en el museo hace lo mismo. Ni se lo explica, ni lo entiende, pero tiene que saludar o despedirse de aquella joven. De vez en cuando, si nadie mira, se sienta en el banco que hay enfrente, se descalza y se mira los pies desnudos.
Juana siempre ha dicho que la luna es una chivata, por eso prefiere el sol.


besos y abrazos queridos vecinos.....

 


No hay comentarios: