domingo, 17 de junio de 2012
DIEZ PADRENUESTROS Y QUINCE AVE MARIAS...
37 grados en esta tarde que ya se va echar una siesta.
El viento se asoma tímido al balcón, y al fondo, un soniquete de la banda municipal con acordes de trombones y clarinetes, y algún que otro bombo y platillo.
Otra procesión, otro santo paseando por las calles bacheadas del llano. Otro trono que quiere hacerse importante en las vidas de mis vecinos, que incasables siguen al paso engalanados con su mejores ajuares, de mercadillo por esta crisis, pero ajuares de fiesta, para verse y que los vean bien guapos y guapas.
“Soy ateo gracias dios”, cómo dijo mi amigo García Marquez, pero he de reconocer que el único estamento que evoluciona y se adapta a los tiempos es esta iglesia cristiana, apostólica y romana...
Ya en los templos no hay pequeños con pantaloncitos cortos y miradas hacia el suelo, ni mujeres en fila con un velo cubriendo sus cabezas. Ya casi no hay comunión diaria y, el nombre de Dios se usa al antojo del ciudadano, para lo bueno o para lo malo.
Como digo, es el único estamento que para sus intereses está un paso por delante de la evolución social.
Visto lo visto: políticas, monarquías, valores, involucración social....sentimientos que se chocan entre si para entrar en ese bucle en el que nos hemos instalado de crisis y desidia, y que “visto lo visto” nos estamos acomodando y acostumbrando a vivir en ese estado, nos da igual la prima de riesgo, las reformas, los recortes, los co-pagos, el rescate, los corruptos, los los los... ruido, ruido ya de fondo, ruido sin importancia. Impotencia.
Desde la iglesia lo tienen claro hoy en día. A los monaguillos le han cambiado el batisaco por un traje rociero y bajo la sotana del cura, aparece la punta de unos botos de Valverde del Camino. La nueva hucha de la iglesia católica es la fiesta y la jarana. Un pueblo sin ermita ni romería está perdido, huérfano de cultura (eso dicen, o eso nos quieren decir).
Discutimos y protestamos porque no queremos tributar al estado, aún a sabiendas que estamos perdiendo nuestra seguridad social y la educación. Pero nos hemos hipotecado otra vez para darles (o darnos) la mejor comunión a nuestros hijos, para hacer el rocío, o esa boda de cuento de hadas.
A hacienda este años no les hemos contado toda la verdad, pero a la cofradía, -que si es necesario, ya lo pago yo, si, aparte de los dineros que he dado por mi y por mi familia, si hay que comprar algo para el santo o la virgen, ya lo pago yo...- le he ingresado hasta el último céntimo, que aparezca bien nuestro nombre en la lista de cofrades.
Si, ahora al señor cura siempre lo vemos al final de la barra, ya no preside mesas ni ofrendas. Lo vemos mezclado con el pueblo, envuelto en unos jeans gastados y un flequillo despeinado. Está detrás de una cerveza sin alcohol, pero casi siempre está hablando con la que vende los tiquets de la caseta, mirando de reojo la caja registradora, sumando de cabeza, soñando con otra romería para el otoño.
En el medievo nacías en pecado y los creyentes se purgaban entregando sus miseros bienes en una peregrinación constante por unos centros comerciales con forma de catedrales, basílicas y absides repletos de restos de santones, así se compraba la entrada al cielo.
Ahora no, ahora te haces pecador día a día, pero tus males se evaporan tras los kilos que arrastras bajo un trono en la semana de pasión, o desaparecen junto a la cera que se despeña suicida por esos guantes de encaje del traje de mantilla.
Saltar la reja, subir de rodillas el empedrado del cabezo, ponerse el tercer traje de faralaes al tercer día de romería, reventarse las vejigas de las rodillas después de la penitencia. Todo esto te exime del maltrato a tú mujer, del engaño a tus compañeros, de defraudar a tus vecinos, del “no robaras”, del “no mataras”...
Se acabaron los veinte padrenuestros y diez ave Marías. Se acabaron las cura de conciencia. Enciende un millón de velas de esas pequeñitas que duran tres segundos, flagélate en público, hincha su cepillo cada domingo bajo las miradas de todos. Con todo esto, borrón y cuenta nueva en el haber cristiano.
Y bien sabe ese dios todo el respeto que me merece aquel o aquella que de corazón y fe cree y siente todo aquello que promueve. El que enseña la misa y la bondad cada domingo a sus hijos. El que llora en silencio sin aspa viento bajo las andas, cargando con pasión y amor su fe.
Creo en el que su aliento se congela al paso de un trono, pues ve en el esperanza. Creo en los sentimientos verdaderos, aunque sean de aquellos que cada sábado o domingo se escapan de la rutina bajo un color de una camiseta, de un escudo. En esos que de fe, votan cada cuatro años convencidos de que su acto es un bien para todos. En eso que contra corriente reman sin parar para el bien de la cultura. Creo en aquel o aquella que busca su sueño incansablemente.
Creo en las personas y sus buenos actos, y no en los dioses.
“y Moises bajó del monte Sinaí con los mandamientos en las manos, y encontró a su pueblo adorando un vellocino de oro...”
Pasó la tarde y el fin de semana, adoración y ofrendas a un dios que le a robado un cachito de corazón a una amiga, se llevó en prenda a su padre. Ojalá el cielo exista y que la gente buena obtenga esa recompensa al final del trayecto, entonces se volverá a reencontrar con él....
Un beso y buenas noches........ .
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1 comentario:
Me trae recuerdos de aquellos jueves en el año que "relucían como el sol". Aquello pasó a mejor vida y ya desconozco si se celebra la procesión del Corpus en estos meses ya tórridos con calor africano. Creo que sí, pero los cirios se debilitan en procesiones de unos Corpus velados. Todo se apaga, incluso un acervo que deja paso a otros menos atávicos que nos plantean preguntas de hacia dónde nos dirigimos sin referencia alguna.
Demasiadas contradicciones, entornos incoherentes. Pensar es no comprender, decía Fernando Pessoa. Sigamos recapacitando puesto que es lo único que nos hace sentir sensatos. Y a lo del cielo me apunto. ¡Ojalá hubiera una esperanza!
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