domingo, 4 de marzo de 2012

COMIENZA MARZO

                                                                          “ de Marzo no te fíes que es traidor,
                                                                             tanto frío como calor....”

Algo se mueve en mi plazoleta...
Miro hacia atrás y Enero y Febrero me dejan cicatrices en mi mimado corazón. Por prescripción médica ya no ando, corro. Me han cambiado hasta la respiración, ahora respiro por el diafragma (que no sé que es eso, ni en que lado del pulmón está...).
Se agitan banderas y los megáfonos gritan, algunos se rompen la vestiduras (a buenas horas, hace cuatro meses tan solo que los votasteis, y ahora lloráis).
El cielo de este invierno está despejado, soleado, sin pena alguna, sin una lágrima que moje el campo. Y el campo ahogado en un llanto hueco y desquebrajado. Las noches son abiertas, estrelladas y escarchadas hasta el tuétano. Corro y el frío me cuartea la cara, malditas prescripciones médicas.
Un ANGEL voló y se le olvidó el camino de regreso a casa, y esta tarde ha llovido algo. Poco, como un estornudo de una nube, pero algo se mueve. Comienza Marzo y esa gotas de lluvia han cambiado mi vaso, ya empiezo a verlo medio lleno... otra vez.

Me agarro a mis número, a mis objetivos. Me agarro a mis amigos y a mi literatura, y leo y escribo, y escucho, y aprendo... y me río. Nunca me separo de mis hijos, y juego y canto con ellos. Y suspiro entre los brazos de ella.
En Marzo comienzo un nuevo club de lectura infantil (deseadme suerte vecinos) y la sesión de Lapislázuli del viernes fue genial, como hacía mucho tiempo.
El tema de esta ocasión fue “TATUAJE” y leímos y discurrimos por los textos que allí se presentaron. Nos enamoramos de una pelirroja de manos de Bel; descubrimos un pasado escondido bajo un liguero de una señora mayor gracias a Ana; Jesús nos enseñó el honor de un Samurai; y nos sentamos junto a un vuayer amigo de la Rosa Marchita.

Yo cuelgo en mi balcón mi texto del TATUAJE. Espero que os guste vecinos...



                                 LO QUE ESCONDE LA LUNA                                                           wiwi

El cuello vuelto de su jersey marrón la hizo invisible durante tres años. En invierno estaba claro, usaba solo ese tipo de jersey, uno negro, otro beige y el marrón que era el que más le gustaba, pues se lo ponía más a menudo. En primavera y verano dos camisas, una negra y otra blanca y dependiendo del calor, remangas a medio brazo. Los pantalones eran siempre los mismo, negros, de talle bajo, pinzas y raya central. Chaquetón tres cuartos, negro, bufanda y guantes a juego para el frío, y cazadora color hueso para el entre tiempo. Durante esos tres años se llamó: “la técnica del departamento económico-financiero”.
Hablaba poco y caminaba sola. Y como la biblia de hoy en día es la conjetura y el chismorreo, de ella decían: que tenia dos hijos; el vigilante aseguraba que era solamente uno, y era una niña; Paco, el del registro, dijo un día a viva voz junto a la maquina del café.

           Esa, esa es una loba que las mata callando, te lo digo yo, que yo sé del tema, ¡qué yo ya le he tirao los tejos, que si me entiendes!

Su compañero de departamento, un administrativo poco dado también al arte de la lingüística, se enamoró de ella al segundo día de conocerla.
Ese día le enseñó el lío de las contraseñas y el de fichar por ordenador, le dio una clase rápida de pasillos, rincones y manías de compañeros y ella con un simple gracias se lo agradeció. Ahí comenzó su amor de ficción, ahí Cupido le jugó una mala pasada.
Lleva tres años imaginando sus hombros, ensoñando sus piernas y suspirando un desayuno con ella, un desayuno juntos después de la cena de su primera cita.
Hace tres años que no se atreve a contarle ese amor platónico que siente por ella. Desde hace tres años, simplemente, buenos días y hasta mañana.
Samuel se acostumbró a vivir en una realidad inventada, en una lectura de miradas ficticias de las que se alimentaba, y así, llenaba los huecos de su corazón.
Prefiere como ella no enseñar nada, así no tendría nada que perder.

Ya hace dos semanas que ha comenzado el verano y ya hace dos semanas que Ana sigue de baja. Nadie sabe porqué, ni en Recursos Humanos conocen el motivo de la primera baja en más de tres años de Ana, la técnica del departamento económico-financiero.
Esa mañana apareció con una falda larga de gasa, de múltiples colores revueltos, andaba por el pasillo y parecía el batir de alas de una mariposa. Llevaba un top mínimo, de esos anudados con unas cintas sutiles al cuello y a la espalda, en un tono azul celeste.
El escote por su espalda viajaba kamikaze hacia los talones.
Por fin Samuel conoció su sonrisa, por fin conoció el largo de su melena escondida siempre tras un cogido o un coleta insulsa. Ya no solo veía sus hombros por primera vez, sino que la banda del sujetador era de encaje y de color negro.
Tan abrumado estaba, que no pudo preguntar por su ausencia, no despegó la mirada de los papeles de la mesa, hasta le costaba tragar saliva.
Camino de la fotocopiadora no tiene ojos nada más que para ella, mira sus finos hombros y se recrea por un instante en aquella espalda casi desnuda. Al contestar el teléfono, Ana giró la cabeza, y debajo de su melena apareció un tatuaje.

En el hombro derecho una media luna acompañada de una hada resplandeciente. De fondo, nubes de tormenta. Aquel dibujo decoraba parte de su espalda.
Esa mañana el joven no punteó ninguna cuenta, repitió el total de una factura siete veces y los asientos contables se le escapaban como el barro entre las manos. Casi cuatro horas aguantó Samuel el dolor del silencio, cuatro horas de sufrimiento y esperanza, hasta que por fin...

            - Me encanta tu tatuaje, me encantas....-. Y otra vez el silencio.

Samuel ya se marchaba, apagó el ordenador y estaba guardando los bolígrafos en el cajón cuando Ana se abalanzó hacia él, le abrazó y llorando le confesó.

            - Gracias Samuel por quererme sin preguntas ni condiciones.

Quince segundos estuvieron abrazados, sin decirse nada. Ella lloraba con amargura y a él se le aflojaron las piernas. En un hilo de voz esta vez si se atrevió.

           - ¿Por qué lloras, qué te ocurre.

           -  Lloro de felicidad.

Esta vez Samuel la agarró con más fuerza por la cintura, sintió sus caderas, saboreo el olor que desprendía Ana.

            - Por favor habla conmigo, cuéntamelo.

Ella sabía que estaban solos, ajenos a los demás, y le susurró al oído.

           - Perdóname estos años de silencio y de ignorancia, sabía que te gustaba, pero el amor me ha hecho mucho daño. La media luna de mi hombro oculta la cicatriz de una puñalada que mi marido me asestó por la espalda. Hace un par de semanas ese mal nacido murió en la cárcel, dicen que se suicidó.

Buenas noches vecinos aquí me quedo en mi balcón, clamando al cielo y bailando la danza de la lluvia alrededor de un brasero...

                      ¡¡ Qué llueva, que llueva, la Virgen de la Cueva !!



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