Bueno qué, seguimos, que parece que os gusta. Si es que esta amiga, Ana Mediana (aMe) tiene un ojo. Menudas fotografías. Ya sabéis, miradla, imaginar una historia, y ponedle un titulo.
título:
Esa mañana el sol se vistió de limpio, de nuevo. Esa mañana de jueves parecía domingo.
Tres días y tres noches sin parar de llover. Dos semanas ocultos bajo un cielo gris y triste, con vientos sangrantes que despellejaban el ánimo de la piel.
Ya era suficiente, ya tenía que aparecer el astro rey por algún lugar para disipar el malestar. Tenía que aparecer el azul del cielo y cubrirnos como si estuviéramos envueltos en papel de regalo.
Hasta Laura se despertó con una sonrisa.
Se puso las botas de agua, nerviosa. Sabía que con ese sol el recreo lo haría en el patio, entre charcos y barro, amontonando hojas secas, imaginando que a la vuelta mamá le regañaría por cómo vendría de manchas de barro y agua. Pero le daba igual, ese día, esa mañana, iba a ser genial pasarla en la escuela.
Víctor también se levantó antes. Despuntaba el alba y se preparó el café. Esperó los primeros rayos de sol frente al ventanal del salón, en su mano, sobre la mesa, un par de curriculums y ronroneando sobre su cabeza, un par de entrevistas de trabajo.
Esta vez si, esta vez le aseguró su cuñado que lo iban a contratar en el astillero, estaban negociado con la marina y el ministerio de defensa, el mantenimiento de toda la flota española y parte de la ONU, qué actuaban en la zona del atlántico norte.
Un buen pellizco para todos, se decía por el pueblo. Ha merecido la pena la tediosa espera, también mereció la pena la infinidad de cursos de formación, estériles y planos que ha estado dando durante los últimos veinte meses. A Víctor se le escapaba una sonrisa mezclada con el café, hacía ya tiempo que ese gesto se le olvidó, hacía ya tiempo que se le borró de su cara.
Rosa se restauraba la cara, cómo cada mañana. El maquillaje, barato o caro, aunque te lo eches por kilos, no tapa la angustia y la axfisia del alma y menos aún unos ojos que no duermen cerrados desde hace tiempo.
Estaba harta de aquella sonrisa falsa que mostraba cada mañana cuando salía ya del cuarto de baño, pero eso era su único escudo, su única forma de proteger lo que le rodeaba. No obstante esa mañana, cerró los ojos, y apretó fuertemente el lavabo, consolada, aliviada, esperanzada. Hoy si, hoy Víctor volvería a ser aquel fuerte soldador del que se enamoró nada más verlo envuelto en el hollín de la ferralla. En ese momento, frente al espejo del baño, mirando al techo con los ojos muy abiertos, volvió a pedirle a todos los santos y a todos los demonios para que aquel guiñapo que estaba sentado tomando café en el salón de sus casa, recuperara su normalidad de hombre y padre, que por culpa de esta crisis había perdido el día que lo pusieron en la calle, sin explicaciones, a él y a trescientos cuarenta compañeros del astillero.
Un simple beso en la frente bastó, no quiso crearle expectativas y menos aún responsabilidades. Rosa marchó ha hacer el portal y las dos casas que tenía las mañanas de los jueves, suplicando para sus adentros por el bien de su marido. Ni siquiera se percató que dentro de su botas, los calcetines eran diferentes.
Hoy Víctor acompañaba a Laura al colegio. La niña, con sus botas de agua estaba loca por llegar a la fila de su clase. Allí, con sus compañeros, comenzaron el baile sobre charcos y hojas secas. Hoy Laura, aunque no atienda en clase y no aprenda nada, seguro que se lo pasará fenomenal.
Víctor dejó el primer curriculum en el bar donde solía alternar. A Martín, el dueño, le extrañó. El puesto de pinche, de friegaplatos por horas que ofertaba, no era el correcto para su cliente y amigo Víctor, pero la cosa está bastante mal.
Víctor salió del bar tocándose el pecho, acariciando el curriculum que llevaba en el interior de la cazadora. La segunda entrevista era la que llevaba tanto tiempo esperando. Se la había preparado a conciencia, la había representado frente al espejo un montó de veces, asistió a aquellos estúpidos cursos porque se lo recomendaron desde el astillero, aguantó todo lo que un hombre no puede, o no debe aguantar por un simple jornal.
El parking de la fabrica estaba desierto. En las amplias oficinas, tres o cuatro personas, solas, esturreadas entre un mar de mesas y ordenadores y maquinas obsoletas y paradas.
El Sr. Julián le atendió gentilmente, agarró aquel trozo de papel que Víctor le entregó como si fuese la prenda más valiosa que tenía, y el Sr. Julián lo puso bajo una pila de curriculums.
Para despedirse, un apretón de manos y una palmadita en la espalda, y ya en la puerta.
- Amigo Víctor, no somos nadie. Los belgas, con los pocos habíos que tienen para esto, pues se lo han quedado todo, ¿no queríamos Europa?, pues ahí lo tienes...!!, todo para ellos. Bueno hombre, con Dios.
A la mañana siguiente, después de llevar a Laura al colegio, y en el momento en el que Víctor se colocaba un delantal y se disponía a fregar los platos y vasos del bar Martín.
Rosa saltó desde el salón de su casa, a la acera de la calle.
En su mano, clavada entre sus uñas, una carta de desahucio.
Si querida Ana Medina (aMe), cuando una rosa muere sobre una acera envuelta en sangre, muere la flor más fuerte y linda de todo el jardín.....y lo sé por experiencia.
Este post se lo dedico a la señora que el viernes pasado se quitó la vida en Barakaldo a causa (parece ser) del desahucio de su casa.
¡¡...Por favor, esto tiene parar ya...¡¡
Una misera hipoteca, un misero billete de mil, o de de cinco euros, no vale una vida....y menos la de una Rosa...
Besos Señora allá donde estés, y si los humanos con sus hipocresías hemos tenido la culpa de su trágico final. En lo que a mí me corresponde, le pido perdón y más sinceras disculpas...
Buenas noches querid......hasta otro día.
sábado, 10 de noviembre de 2012
lunes, 5 de noviembre de 2012
OTRA PARTIDA DE NUESTRO JUEGO...!!
Qué tal vecinos, jugamos otra vez.
Recordar, mirad la fotografía, cerrad los ojos y ponerle un título. No tengáis prisa, buscar una historia y dejad que la imaginación, por unos momentos os fluya.
Yo encontré la mía, pero ya sabéis que mi imaginación fluye más espesa que la vuestra.
Erase una vez un susurro.
Allí, en lo alto, entre tomos y lomos de libros gigantes. En cuclillas y sin hacer ruido, se esconde una pequeña obra. Se abraza y se ruborizaba, entre espadas de reyes, entre ballenas blancas y amores prohibidos de familias encontradas. Allí, junto a un loco hidalgo con su enclenque corcel, este pequeño se abraza con más fuerza para proteger la tinta que forman las palabras de sus cuentos. Se abraza y las ilustraciones de su interior esa noche dormirán más calentitas. Aquel texto se empapaba de todo lo que a su alrededor acontecía. De cuclillas y abrazado, protegiendo sus cuentos, aquel libro pasaba los días en aquella estantería viendo danzar poetas e historias qué cambiaron el devenir de la vida y de la historia de la literatura.
Me sorprendió que lo escogiera, allí, en aquella estantería repleta de lomos de piel, de títulos con letras de oro, de firmás de autores y autoras consagrados en la literatura. Me sorprendió que eligiera el más pequeño de todos. Pero lo tenía bastante claro.
- Parece que al sol se le ha escapado un rayito – me dijo mi pequeña mientras trepaba por la escalera hasta coger aquel libro de cuentos.
Conocimos a Rosamarchita a través de su pescador, y comenzamos a quererla un poco más, y cómo Deidamia, sus pinchos de rosa, ya no pinchan, acarician.
De Carmen Alguacil nos enamoramos y nos introducimos en su mundo ya desde la portada. Con su relato de ojos: de ojos desencajados....con sus dibujos de corazones en tarros de cristal e insectos ardientes. De cómo el arte fluye por sus venas y revienta en forma de palabras y de trazos de colores.
- Este cuento en nuevo para mi - me decía cada noche antes de dormir.
Carmen Infante y Fernando fueron en la misma noche, y ese no era el trato. El trato era, un cuento por noche, pero yo no podía parar de leer, y ella, no paraba de estar despierta.
Al leer Isabel Padilla decidió que de mayor quería ser “sibila”, aunque yo, entre susurros le dije, que ya era musa.
Coincidimos los dos en que las madres sufren por sus hijos, que parecen que están en el mundo para padecer por ellos. Aunque también coincidimos en que la felicidad de una madre, son sus hijos.
Con Isabel Tejada aprendimos de todo, hasta de colores: pelirrojo y mandarina. Nos llevó hasta Siracusa. Donde unos vieron un mirlo dorado, que no era dorado, nosotros vimos amor y nervios. Y en la Sala 9, el arte revoloteaba de pared en pared, con preguntas, cuestiones, con amor y desamor.
El alma de Jesús Mollinedo se alimenta de la historia. Y te habla de guerras imposibles, y de costumbres ancestrales que envuelven tradiciones matrimoniales que perduran por los siglos de los siglos. Qué pasión por contar, por contarte como fue, por explicarte de donde venimos.
A José Luis Chaves le encanta que todo acabe bien. Aunque le tenga que hacer frente a un inquisidor. Aunque tenga que poner patas arriba un museo para frustrar un delito, un robo vil con alevosía y, sobretodo, con nocturnidad.
- ¿Qué es un cebú papi? - me preguntó extrañada apretando con fuerza su peluche, sentada sobre la almohada, mirando el techo de la habitación, sin ganas de dormir.
De wiwi...., nos miramos a los ojos y nos echamos a dormir. Pero con un ojo abierto...
Y Pilar y Viviana nos mostraron la sabiduría y experiencia de la vejez. La enfermedad y la rebeldía también pueden ser románticas, y ellas, Pilar y Vivi se sumergen cada mañana en un baño de romanticismo y amor y sus cuentos así nos lo mostraron.
Por fin duerme y se que duerme entre sueños bellos, sueños adornados por unos cuentos que le acompañaran toda la vida. Y eso, a mi, me reconforta.
Un saludo queridos vecinos....y que tengáis dulces sueños. Como ella.
Recordar, mirad la fotografía, cerrad los ojos y ponerle un título. No tengáis prisa, buscar una historia y dejad que la imaginación, por unos momentos os fluya.
Yo encontré la mía, pero ya sabéis que mi imaginación fluye más espesa que la vuestra.
Erase una vez un susurro.
Allí, en lo alto, entre tomos y lomos de libros gigantes. En cuclillas y sin hacer ruido, se esconde una pequeña obra. Se abraza y se ruborizaba, entre espadas de reyes, entre ballenas blancas y amores prohibidos de familias encontradas. Allí, junto a un loco hidalgo con su enclenque corcel, este pequeño se abraza con más fuerza para proteger la tinta que forman las palabras de sus cuentos. Se abraza y las ilustraciones de su interior esa noche dormirán más calentitas. Aquel texto se empapaba de todo lo que a su alrededor acontecía. De cuclillas y abrazado, protegiendo sus cuentos, aquel libro pasaba los días en aquella estantería viendo danzar poetas e historias qué cambiaron el devenir de la vida y de la historia de la literatura.
Me sorprendió que lo escogiera, allí, en aquella estantería repleta de lomos de piel, de títulos con letras de oro, de firmás de autores y autoras consagrados en la literatura. Me sorprendió que eligiera el más pequeño de todos. Pero lo tenía bastante claro.
- Parece que al sol se le ha escapado un rayito – me dijo mi pequeña mientras trepaba por la escalera hasta coger aquel libro de cuentos.
Conocimos a Rosamarchita a través de su pescador, y comenzamos a quererla un poco más, y cómo Deidamia, sus pinchos de rosa, ya no pinchan, acarician.
De Carmen Alguacil nos enamoramos y nos introducimos en su mundo ya desde la portada. Con su relato de ojos: de ojos desencajados....con sus dibujos de corazones en tarros de cristal e insectos ardientes. De cómo el arte fluye por sus venas y revienta en forma de palabras y de trazos de colores.
- Este cuento en nuevo para mi - me decía cada noche antes de dormir.
Carmen Infante y Fernando fueron en la misma noche, y ese no era el trato. El trato era, un cuento por noche, pero yo no podía parar de leer, y ella, no paraba de estar despierta.
Al leer Isabel Padilla decidió que de mayor quería ser “sibila”, aunque yo, entre susurros le dije, que ya era musa.
Coincidimos los dos en que las madres sufren por sus hijos, que parecen que están en el mundo para padecer por ellos. Aunque también coincidimos en que la felicidad de una madre, son sus hijos.
Con Isabel Tejada aprendimos de todo, hasta de colores: pelirrojo y mandarina. Nos llevó hasta Siracusa. Donde unos vieron un mirlo dorado, que no era dorado, nosotros vimos amor y nervios. Y en la Sala 9, el arte revoloteaba de pared en pared, con preguntas, cuestiones, con amor y desamor.
El alma de Jesús Mollinedo se alimenta de la historia. Y te habla de guerras imposibles, y de costumbres ancestrales que envuelven tradiciones matrimoniales que perduran por los siglos de los siglos. Qué pasión por contar, por contarte como fue, por explicarte de donde venimos.
A José Luis Chaves le encanta que todo acabe bien. Aunque le tenga que hacer frente a un inquisidor. Aunque tenga que poner patas arriba un museo para frustrar un delito, un robo vil con alevosía y, sobretodo, con nocturnidad.
- ¿Qué es un cebú papi? - me preguntó extrañada apretando con fuerza su peluche, sentada sobre la almohada, mirando el techo de la habitación, sin ganas de dormir.
De wiwi...., nos miramos a los ojos y nos echamos a dormir. Pero con un ojo abierto...
Y Pilar y Viviana nos mostraron la sabiduría y experiencia de la vejez. La enfermedad y la rebeldía también pueden ser románticas, y ellas, Pilar y Vivi se sumergen cada mañana en un baño de romanticismo y amor y sus cuentos así nos lo mostraron.
Por fin duerme y se que duerme entre sueños bellos, sueños adornados por unos cuentos que le acompañaran toda la vida. Y eso, a mi, me reconforta.
Un saludo queridos vecinos....y que tengáis dulces sueños. Como ella.
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